Sola, me siento sola. Mi cuerpo se convulsa ante la
necesidad de ser amado, y mis deseos se agolpan en mi mente. Cierro los ojos y
dejo volar mi imaginación, dejo que viaje por la autopista de mis ansias y anhelos.
Ese día estaba tan sola que me eche a la calle, vagaba sin
rumbo por la ciudad, solo tenía una necesidad, y mi mente solo pensaba en una
cosa, quería sexo. Quería sentir el cuerpo de alguien rozando el mío. Sentir
las caricias de unas manos masculinas que me adoraran y no tenia quien lo
hiciera.
Me senté en un banco, pensar, si eso quería solo pensar,
aliviar mi mente acelerada con algo que me hiciera olvidar esa desazón
irracional. Comencé viendo a la gente pasar, me fijaba en detalles mínimos, su
forma de andar, sus ropas, como se movían e interactuaban entre ellos…
No sentí que alguien se había sentado a mi lado, en el
banco, pero al girar la cabeza le vi. Mateo, mi mejor amigo, mi apoyo en los
buenos y en los malos momentos, una persona que está a mi lado
incondicionalmente, pero la única persona que en ese momento no podía ayudarme.
-Vanessa, hola.- Su típica sonrisa al saludar hoy chispeaba.
-Hola Mateo, parece que cuando necesito a alguien siempre
apareces.- Mierda, lo dije sin pensar, no quería involucrarle dentro de mis
malos royos.
-Sera porque tengo un radar que detecta cuando tus estados
de ánimo cambian y me ayudan a localizarte. ¡Jajaja!- Que carcajada más fresca,
sonaba como campanillas a mis oídos- Cuéntame, que es lo que te pasa. Mateo no
te preocupes, se me pasara, solo tengo que dejar que mi mente se vacíe.
Me miro con esos ojos azules, trasparentes y limpios. Intentaba
descubrir mi realidad, mis deseos, baje la mirada sonrojada, ¿Por qué ahora me
afectaba su mirada?
-Quizás deba volver… si eso será lo mejor, tengo que volver
a casa.
-Te acompaño, me pilla de camino hacia la mía.- Me dijo
resueltamente mientras con una mano me ayudaba a levantarme del duro asiento
que había escogido antes.
Caminamos, primero medio en silencio, aun tenía su mano
enlazada con la mía, y no me molestaba, me tranquilizaba el tacto caliente que desprendía,
me daba paz. Puede que solo fuera eso, que mi alivio fuera solo la mano de mi
amigo. Cuando llegue a mi portal me negaba aun a soltarlo asique le dije que le
acompañaba un rato hacia su casa, tampoco era que viviera muy lejos, y aun
necesitaba su compañía.
Sentí como su pulgar jugaba con el dorso de mi mano,
haciendo círculos que enviaban pequeñas descargas por mi piel. Pronto llegaríamos
y lo tendría que dejar subir. Tendría que dejarlo alejarse hoy de mí. ¿Por qué
no quería? Mi alma lo anhelaba, no entendía cuanto lo buscaba.
Me miro de nuevo, tan limpiamente como antes y su rostro
dibujo una expresión un tanto desconcertante, daba la impresión de que
suplicaba. Lo mire intentando encontrar una forma de adivinar que le pasaba,
pero lo que ocurrió, enserio, no me lo esperaba.
Mi cuerpo se adelanto y mis labios se posaron en los suyos,
mis manos se alzaron para rodear su cuello, y para profundizar aun más ese
beso. Note como se paralizaba, ya esta, ya lo perdí, mi deseo de pasión, me costaría
su compañía…
-Vanessa yo…- balbuceo cuando mis labios dejaron los suyos.
-No digas nada, lo siento, fue un pequeño error. Discúlpame.-
dije esas palabras al mismo tiempo que me giraba de vuelta hacia mi casa. Sentí
como su fuerte mano me agarraba por el brazo y me acercaba hasta su cuerpo,
bajando su cabeza me beso con pasión.
Sentí los urgentes labios, sentí como sus brazos me
rodeaban, y me perdí en su beso como se pierde una mujer.
No sé cómo fue pero de pronto descubrí que habíamos subido a
su casa, torpemente sin soltarme abría su puerta y me metía en su casa.
-Vanessa te deseo, hoy había salido porque al levantarme de
la siesta me di cuenta que había soñado contigo.
-Mateo que…
-No. Deja que me esplique. Deja que te cuente que me pasa
contigo.
Me quede perpleja, Mateo me volvió a besar, y en ese momento
me di cuenta de la verdad. Él, estaba por mí. Me conto que desde que me conocía
se había enamorado de mi, por cómo era, de mis defectos y virtudes, y que comprendía
que yo no tenía esos sentimientos hacia él, por eso se convirtió en un amigo,
par por lo menos apoyarme en mis vicisitudes cotidianas. Temblaba mientras me
lo decía, sin soltar mis manos, sin realmente mirarme más de un segundo a los
ojos. Su cara se había tornado carmesí por la confesión y mi mente lo vio tan
desamparado, tan frágil, que me volví a lanzar.
Volví a besarle esta vez mas sensualmente, mis manos lo
buscaban con anhelo, mi cuerpo pedía otra vez ser liberado de la pasión que
acumulaba. Poco a poco, fui desabrochándole la camisa, tocando su piel mientras él buscaba bajo mi falda la carne de
mi muslo. Su mano me quemaba con cada roce, mi piel pedía mas tortura.
Con una mano diestra me quito la camisa, y contemplo la visión
de mis pechos arropados con encaje negro. Acerco sus dedos al inicio del montículo
derecho y suavemente excito mi pezón por encima de la fina tela.
-Ah!- Solte un gemido delator de mi placer. Mientras sentía como
su miembro se endurecía debajo de su pantalón. - ¡Oh Dios!- Exclame.
Mis caderas volaron hacia su miembro, acoplándose, meneándose,
excitándolo.
Me arranco el sujetador con un gruñido, en respuesta, mientras su boca
abandonando la mía martirizaba el otro pezón liberado, la mano de su muslo
busco mi sexo, por encima de mi braga, separo mis piernas para poder obrar más fácilmente,
y comenzó a frotarme por encima, a torturar mi placer, a humedecerme con sus
caricias urgentes.
-Quiero meterme en tu interior. – me dijo mirándome. –
Quiero que sientas mi pasión por ti, quiero que mi miembro roce tu sexo hasta
hacerte gritar de pasión. Y lo quiero ya. Sé que solo soy un amigo, pero no
aguanto más. Quiero poseer tu cuerpo y elevarte hasta el mismo cielo.
En respuesta solo abrí más mis piernas y agarre su mano
torturadora y le incite a que me penetrara con sus dedos al tiempo que me
tumbaba hacia atrás para sentir.
-Hazlo.- solo dije esa palabra entre gemidos bajos.
Sus dedos apartaron mi braguita y dejando al descubierto mi
sexo comenzó a separar los labios húmedos de excitación y a buscar el botón que
haría arder mi cuerpo. Hábilmente
mientras jugaba con esa pequeña fraccion placentera de carne, uno de sus dedos
se introducía en mi interior, provocando que arqueara mi espalda y que un grito
de alivio se me escapara de la boca.
-Mas. – Le pedí.
Dejo de torturarme para bajarme del todo las bragas,
mientras sentí como se desabrochaba la bragueta del pantalón y liberaba su
palpitante erección. Mi deseo aumento al ver su miembro duro, grande y
preparado para llenarme. Me erguí y con una mano lo acaricie.
No me había equivocado estaba tan duro, mi mano comenzó a
dar placer a esa longitud tan varonil, mientras subí la mirada para ver como su
cara se amoldaba al placer que le estaba proporcionando. Estaba excitado, feliz
y sus ojos se perdían en la neblina de la pasión. Note como de su puntita
emanaba una gota de líquido pre seminal, y lo incite a que se acercara para que
introdujera su miembro en mi sexo. Su certera estocada, me clavo a la mesa
donde me había recostado antes, y con
cada empuje fue volviendo a recostarme por lo que alce mis brazos por encima de
mi cabeza y me agarre al vero de la mesa que quedaba por encima de ella. Siguió
empujando en mi interior gimiendo con cada arremetida, haciendo que mi cuerpo
se calentara hasta arder. Solo acertaba a jadear, mientras sentía toda su longitud
entrando violentamente en mi interior. Apoyo sus manos a mis costados y me
incito a subir las piernas y rodearle para penetrarme aun más profundo. Grite
su nombre. Sentía como mi propia pasión se acumulaba, quería estallar pero él
cuando sentía que iba a conseguirlo cambiaba el ritmo para torturar mi cuerpo. Para
impedir mi liberación,
-No, no te dejare ir tan rápido. Quiero que acumules más tensión y que cuando ya veas
que vas a perder la consciencia, hacerte estallar de golpe.
Empujaba una y otra vez se inclinaba a morder mis pezones
para excitarme, absorbía para calmarlos y me acariciaba el cuerpo con lujuria. Sentía
que no aguantaba más sentía que las
fuerzas pronto se me irían y en mi siguiente jadeo bajo de nuevo un dedo hasta ese botón traicionero
que suplicaba castigo y tortura. Con cada envite torturaba mi sexo, con cada roce de su pulgar me llevaba
al cielo, el aire ya me faltaba y cuando creía que la tortura no tendría fin,
explote. Mi cuerpo estallo en combustión. Agonizando de placer grite. Y cuando
ya la fuerza del éxtasis se expandía se puso rígido dio dos estocadas mas y se
fue en mi interior.
-¡¡¡¡Vanessaaaaa!!!!.
Su cuerpo sudoroso se derrumbo encima de mí, su fuerte respiración
golpeaba mis costillas. Y entre la bruma del éxtasis oí dos palabras
-Te amo.
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